El otro día andaba un poco cabizbajo permitiendo que mis pesares y las oscuridades de mi pesimismo esencial reocuparan las habitaciones de mi existencia de donde los expulsé, cuando, un sobre de azúcar del café me devolvió a mi nuevo ser. «Da igual, prueba otra vez, fracasa otra vez, fracasa mejor». Debo reconocer que lo que me llamó la atención fue la pertinacia en el error: «fracasa otra vez, fracasa mejor». ¿Por qué esa obsesión en fracasar? ¿Para qué volver a probar si se ha de volver a fracasar? Supongo que el autor de la frase pretendía decir lo contrario, supongo que pretendía animar a no perder la esperanza, pero yo, rebuscado y cínico, me refugié en ese pesimismo destilado de soslayo. Lo cierto es que me guardé el sobre de azúcar.
Al día siguiente aún seguía en mi pantalón, y al llegar a clase lo saqué y se lo mostré a una alumna. «Esto es lo mismo que lo de la canica y la papelera que siempre nos dices tú.» ¡Ostras! ¡Es posible la reflexión en la ESO! Yo añadí : «Sí, puede ser, pero fíjate que se trata, en definitiva de seguir fracasando.» «Pero, fracasar mejor es estar cerca de acertar, ¿no?»
¡Increible! Definitivamente, la muchacha había captado mejor la esencia que yo. Efectivamente, aquéllo era como lo de la canica y la papelera…..
Cierto día, mientras bregaba con la apatía habitual de mis alumnos de 4º, me mostraron que estaban desesperanzados, pues empezaban a comprobar que les iba a ser imposible aprobar y conseguir el graduado. Esa sensación derrotista general me llevó a proponerles un ejemplo. Su problema es que llevan años sin haberse esforzado prácticamente por nada, y ahora comprobaban que necesitarían esforzarse mucho para conseguir lo que querían, y los primeros resultados no estaban siendo satisfactorios.
«Bien, veamos. ¿Qué diriais si os digo que soy capaz de introducir una canica en la papelera del otro extremo de la clase después de hacerla rebotar una única vez en el suelo? Direis que es imposible y os equivocareis. ¡Es posible! Sólo que probablemente no lo será en el primer intento. Si lo consiguiera a la primera diríamos que ha sido cuestión de suerte y ya sabemos que la suerte no es controlable. Pero si yo me empeño en ello y repito la acción un número suficiente de veces, al final lo conseguiré. Cada vez que lance la canica y no entre en la papelera me sentiré un poco frustrado, pero iré aprendiendo cómo debo lanzarla para conseguir que entre, y, al final, entrará. Lo mismo debéis hacer vosotros, seguir intentándolo y aprender como mejorar cada intento.»
Mi alumna me citó a mí mismo y me recuperó para mí mismo. He de volver a lanzar la canica hacia la papelera. Habría sido cuestión de suerte que la canica entrara después de unos pocos intentos. Debo seguir lanzando la canica y creo que mis fracasos empiezan a enseñarme a lanzarla mejor. Sin duda, la canica al final entrará en la papelera.
3 de Diciembre de 2008