Soy un pésimo jugador de ajedrez. Varias veces en mi vida he intentado mejorar pero nunca he pasado de torpe principiante. Siempre he realizado aperturas muy conservadoras, exponiendo poco y resistiéndome siempre al cambio de piezas.
En la nueva partida de ajedrez de mi vida decidí abrir arriesgando. Realicé una apertura decidida, exponiendo todas mis piezas, con la temeridad de dejar al descubierto y sin la guarnición de un mísero peón, a mi rey. Sacrifiqué sin compasión alfiles y caballos centrado únicamente en despejar el camino hacia el rey contrario para lanzar un temerario y arriesgado jaque con mi reina. Sabía que el adversario podría cubrirse rápidamente y en un par de movimientos destrozar a mi rey expuesto, pero confiaba en mi irresponsable y sinceramente dolorosa ofensiva a pecho descubierto. No importaba que el jaque se resolviera en mate -era bastante seguro que no se resolvería así- sólo importaba el movimiento. El adversario intuyó mi movimiento y suavemente, de manera casi imperceptible, se cubrió con su alfil. Y ahí me quedé, con mi rey expuesto, esperando un jaque mate que no llega. El adversario mueve sus piezas lentamente, pensando mucho sus movimientos, y tan pronto parece que definitivamente va a destrozar a mi rey, como descubre el suyo o me tienta ofreciéndome un inválido peón. No sé si quiere firmar las tablas, pero sería descabellado en su posición, además de imposible -la partida está en una situación que impide recuperar las tablas iniciales-. O bien, de una vez por todas se decide a darme el jaque mate, o bien, en una maniobra imposible, descubre definitivamente su rey para que la saeta de mi reina atraviese definitivamente el corazón de su rey.
Los tiempos de espera entre movimientos se hacen eternos. El adversario no toma ninguna iniciativa en ningún sentido y yo, ya sin torres, no tengo opción de contrataque. Mis únicas opciones son cubrir a mi rey con mi reina y perderla también, y en ello perder lo ganado en mí, o esperar que mi adversario decida terminar la partida en uno u otro sentido.
Me va tentando la opción de la retirada; golpear con el pulgar a mi rey y hacerlo caer vencido sobre los cuadros o simplemente levantarme y marcharme. La expectativa de permanecer eternamente sentado esperando la resolución de una partida decidida no me tienta en absoluto.
Si a alguien se le ocurre algún movimiento resolutivo con las escasas piezas que me quedan, agradecería el consejo.