Llegamos hoy a las 10 semanas con el alma en cueros. Podría decir como otras semanas que no hay nada significativo que contar, pero no es cierto, o sí. Bueno, no hay «algo» significativo que contar pero sí que hay una variación substancial en mi estado de ánimo y en las coordenadas de mi travesía.
Esta semana han vuelto a funcionar mis instrumentos de navegación. El astrolabio, el sextante y la brújula vuelven a serme útiles. También he constatado una gran calma en el oleaje y una suave brisa que viene soplando en mi popa. Mi pequeña embarcación avanza. Las cartas de navegación aun están emborronadas y se hace indistinguible el destino de mi travesía. Aun no soy capaz de situar a mi Ítaca particular sobre mis mapas, pero he conseguido identificar y dejar atrás las numerosas islas monstruosas con sus abominables habitantes. No distingo tierra en el horizonte, pero la intuición y mis instrumentos de navegación van guiándome por mares tranquilos.
Sigo con el alma en cueros pero vuelvo, en mucho, a ser yo. El pesimismo de mi esencia ha cedido terreno permitiéndome albergar una serena calma y un tranquilo optimismo. La oscuridad hace tiempo que desapareció y hoy empiezo a navegar con las primeras luces del alba, confiado en aceptar aquello que la vida me presente y decidido a no seguir afirmando que cualquier isla ignota sea mala.