Inicio con esta breve narración una nueva categoría o sección en donde iré narrando esas pequeñas o grandes cosas que me pasan y que merecen ser escritas. Serán historias breves, suficientemente extrañas, graciosas o significativas, como para que me atreva a escribirlas. Ahí va la primera.
En los días en que empecé con esta aventura del alma en cueros, conducía por una autovía en la que, con cierta facilidad, se producen retenciones de esas inesperadas en las que te ves obligado a comprobar la profundidad del pedal del freno. Iba pensando que, puesto que ya me encontraba desnudo y dispuesto a caminar sin secretos innecesarios, todos mi asuntos estaban en orden. Me sentía en paz con el mundo, con Dios y conmigo mismo. Un pensamiento cruzó mi mente y se detuvo en ella. «Si todo está en orden, si estoy en paz con todo, ¿quizá sea este un buen momento para morir si he de elegir alguno?» Y en esas cabilaciones, el coche frente al mío frenó de repente. Instintivamente apreté con todas mis fuerzas el pedal del freno mientras miraba por el retrovisor esperando que el coche de atrás se diera cuenta de mi maniobra. Llenando todo mi espejo retrovisor apareció un camión inmenso que parecía no tener la más mínima intención de frenar. Durante unas décimas de segundo que me parecieron eternas observé cómo la matrícula del camión se iba agrandando en mi espejo hasta llegar a leer a la perfección las letras que la identificaban: FYN.
Y tuve la certeza de que aquel camión iba efectivamente a taer mi fyn. Afortunadamente los frenos del camión debieron responder y la pericia del conductor evitó el desenlace que tan precisamente señalaba aquella matrícula.