En los últimos días estoy teniendo problemas para acceder al blog desde mi ordenador. Supongo que se trata de algún problema con los geniecillos informáticos que aun no he sabido detectar y reparar. Lo he interpretado como una señal para abstenerme de escribir, pero hoy, a esta hora de la tarde, necesito escribir, así que he recurrido a un ordenador público para hacerlo.
Hoy quiero gritar que no hay muro suficientemente consistente que no haya maza capaz de derribar, que no hay alambrada bastante dura que no encuentre tenazas que la corten, que no hay frontera bien dibujada que no se pueda borrar con la goma adecuada. Hoy todos los muros me parecen de papel, todas las alambradas de hilo de coser, todas las fronteras pintadas con tiza en el suelo. Hoy, y esta vez sin lluvia, pero con un viento terrible, me he vuelto a atrever. Hoy he derribado una nueva pared de complejos y miedos. Hoy soy todavía un poquito más libre y, en ello, más feliz.
El pequeño secreto que se había instalado en mí amenazando con hacerse grande lo he asesinado de un golpe certero. Lamento el infanticidio de secretos, pero era necesario no dejarlo crecer demasiado, porque la experiencia me dice que cuando crecen se hacen fuertes como titanes mitológicos, y yo, de naturaleza débil y enclenque, acabo rehuyendo la confrontación y dejándoles ganar. Esta vez he sido más listo, y sin fiarme de la inocencia aparente del pequeño secreto, lo he degollado inmisericórdemente, mirándolo a los ojos y sin compasión. Seguimos con el alma en cueros, y que dure, porque hoy, si me dais una maza tumbo cualquier muro.