Hace ya casi una eternidad escribí una entrada a la que llamé Astronomía en cueros. Hoy, como en su día Copérnico y después Galileo, creo que ha llegado la hora de revisar mis cálculos. Es posible que mi universo ya no sea Ptolemaico, pero tampoco se asemeja demasiado al planteamiento heliocéntrico de Galileo. Sigo siendo un planeta chiquitín, eso es inmutable. Aun a pesar de los kilos de más, sigo siendo un planeta chiquitín, insignificante. Pero soy un planeta muy importante para unas poquitas estrellas que me necesitan. Mi lucha es mantener mi órbita sobre ellas inamovible. Otras estrellas que yo creía inamovibles y seguras, se han movido. En los últimos tiempos siento como si me hubiese convertido en un planeta marginal en una galaxia marginal. Entre algunas de las que fueron mis estrellas y yo se ha formado un terrible agujero negro que se traga todo lo que se le acerca. Es un agujero negro, lleno de incomprensiones, desidias, egoísmos, orgullos, ignorancia atrevida… Y aunque no me considero culpable de la aparición de ese agujero entiendo que habrá quien piense que lo formé yo. Sólo sé que hay algo que me duele y no lo sé identificar. La razón fría y objetiva me niega la razón de mi disgusto, pero el corazón, que a veces ve con más claridad que la razón, me da la razón en que me duela el corazón.
En definitiva, que el universo ha cambiado. He de sentarme a recalcular las posiciones, las órbitas, las elípticas…. Porque lo astros de mi universo ya no se mueven saegún las leyes primigenias. O ellos han cambiado sus órbitas o yo las contemplo desde otro ángulo. Al menos he descubierto que no soy familia, pero entonces… ¿qué soy?